(“La vitrina, la vitrina”, que decía Baroja)
No sé si nos damos cuenta, pero vivimos en un tiempo vacío de contenidos donde lo que predomina es una cultura-espectáculo que apenas dura un minuto en cualquiera de sus manifestaciones. Un minuto. Lo social ya no existe. Crece la indiferencia por doquier. Esto se ve clarísimo en la educación, donde la figura del maestro se ha evaporado. La escuela ha dejado de ser un cuartel para convertirse en un desierto de conocimiento y de valores. No hay interés ni motivación por parte del alumno; tampoco por lo que toca al profesor. Éste se ha convertido en un funcionario que sólo atiende esperanzado su jubilación. Y todo ya es apatía en esta sociedad podrida de opulencia y de antivalores. El ámbito político tampoco se libra de esta porquería. La abstención en las elecciones crece de manera casi exponencial, lo cual viene a advertirnos de que a la gente no le interesa el sistema pseudodemocrático que las generaciones salidas de la Segunda Gran Guerra nos legaron. Lo que interesa a la gente es el bolsillo y el escaparate, la vitrina, como solía decir el vasco. Y así todo es un montaje televisivo y digital que no contiene ni un ápice de verdad ni de honestidad. Sólo importa el selfie o retrato del narcisismo postmoderno donde un millón de necios sin criterio propio y con pantalla plana nos vean el careto junto al político de turno o pegados al plato de boquerones fritos y diamantinos.
He ahí el reto que hoy se persigue en la sociedad. Dios ha muerto y con él toda la axiología y toda la cultura humanística. La política ha acabado por completo con el rigor y las ideas. Los medios desinformativos y las redes antisociales han ocupado su lugar y han encumbrado al “culoparlante” sin ideario. Todo ello ha creado indiferencia, una indiferencia por exceso. Y esa indiferencia produce cretinismo en la población en general y en el individuo en particular. La deserción de la “res pública” es un hecho que no podemos descartar. Narciso hoy va en busca de sí mismo, no le importa lo social, es el símbolo que impera. La esperanza de las reformas sociales ha pasado a la historia. Ya sólo interesa el consumismo hedonista y la banalización social. Si después de dicho esto alguien piensa lo contrario le reto a que me convenza con sus argumentos esperanzadores.
Félix Rodríguez Romero
#lapueblaenmarcha