No podemos ver el municipalismo desde la óptica de esos alcaldes del PP que se consideran unos mini-presidentes cuya principal obligación es gestionar los recursos del pueblo como si se tratara de un parque temático. Desde esa perspectiva el alcalde “popular” termina obsesionado por que sus administrados vivan como si estuvieran en una constante fiesta en el Corral de la Pacheca. Pan y circo para desmarcar y adormecer al gobernado y que de ese modo no se le ocurra participar en las cosas de la política. Y ya se sabe que la fórmula de ese mal entendido buen vivir es la de siempre: ofrecer pueblos cómodos con mucho protocolo y medalla colgando, con glorietas abanderadas, aceras sembradas de maceteros y calles pintadas con pasos de cebra. Ahora, eso sí, que no haya mucho debate político, que eso no es bueno para la autopromoción del “popular”. De esta forma el alcalde municipalista va limitando su pobre y casposo discurso a “su” pueblo a través de “su” partido, hasta que llega un momento en que opta por abandonar el municipalismo y escoger el partido (el partidismo canovista), porque el partido para él está por encima de todo, incluso hasta por encima de las gentes del pueblo, pues la gente es tan ignorante que puede ser comprada por poco poniendo en la gobernanza del municipio a un testaferro que haga las veces del alcalde y se mueva fielmente al dictado de éste.
El Ayuntamiento es sólo una parte de la vida política municipal. Por eso hacer municipalismo implica una forma de participación política a varios niveles, no sólo metiendo concejales en el Consistorio, sino también generando espacios de participación, impulsando movilizaciones, recogidas de firmas y creando plataformas de lucha ante las Administraciones Públicas para conseguir objetivos.
La vida política de los pueblos no es una versión diminuta de los grandes países, ni los plenos son pequeños parlamentos, ni los alcaldes son pequeños presidentes. No, señor. La vida política municipal es un entramado de relaciones donde intervienen muchos agentes de un modo que está mediado por la proximidad y por la necesidad de lo concreto. Entender esto es muy importante a pocas semanas de unas elecciones municipales. Esto viene a cuento cuando las prisas por salvar los muebles en las elecciones llevan a algunos a hacer juegos malabares en el reparto de puestos en una lista y la necesidad de seguir chupando del bote otros cuatro años.
Para el proyecto municipalista sensato el reto no debe ser sacar un montón de concejales para disponer del “rodillo” y así echar a la mitad de empleados municipales a la calle, tal y como hizo el “popular” hace doce años. No es eso. El reto debe ser desarrollar trabajo en la calle, en las asociaciones, con los vecinos, y aliviarlos cuanto se pueda de la burocracia local suprimiendo trámites administrativos, impuestos y tasas municipales. Ese es el reto, y quien no lo entienda así que se vaya a Sevilla de palmero.
Félix Rodríguez Romero
Abogado
#lapueblaenmarcha